miércoles, 14 de noviembre de 2012

SILVIO, EL LIBRERO

Silvio trabajaba en la librería de la esquina. El local, era uno de esos lugares antiguos, con olor a humedad, paredes despintarrajeadas. Había libros y más libros por todos los rincones, en estantes, cajones y cajas.  Nuevos, usados, de medicina oriental, fotografías de Europa, filosofía, de política, economía, autoayuda y revistas antiguas.
Conocía el lugar muy bien. Pero eso si, si yo me pasaba horas en su negocio, hojeando y repasando prólogos de libros que jamás leería, era solo para poder quedarme cerca de esa boca que me hacia temblar el cuerpo y las piernas, escondida yo, entre el sector de historia latinoamericana y Literatura oriental.
Ese sujeto que humedecía mis labios de día, hacia mojarme en secreto,  toda entera de noche. Y terminaba sucumbiendo, en mis sueños de librería, con  nuestras pieles pegadas, detrás del mostrador; el dentro mío, mientras sujetaba mi cintura, hasta que estallábamos juntos en un acto de amor.
Si, fantaseaba con Silvio todas las noches antes de dormir; y yo tocaba cada una de mis partes mientras Silvio en mi cabeza, no me paraba de besar.
 
Mis visitas a la librería cada vez se hicieron mas frecuentes.
Yo me había convertido en una experta de nombres de autores y de títulos de best seller en tan solo un mes; pero jamás había podido conversar, mas de cinco minutos con aquel hombre, que me hacia el amor sin que el lo supiese.
Una tarde, en una de mis escapadas perversas al local, mientras buscaba mentirosa, en literatura infantil, Silvio se acerco y por primera vez me hablo.
Por un momento me quede en blanco, lo primero que tenia que hacer era disimular  ese estado de exaltación y lujuria, el cual no podía evitar.
Pensé que iba hacer un encuentro fugaz, en el que el, iba a preguntarme si había encontrado lo que buscaba, entonces yo iba comprar un libro cualquiera, de canciones infantiles, para terminar luego yéndome rendida, hasta volver al otro día, con una nueva excusa literaria.
Pero con Silvio fue más que un encuentro milagroso, nos quedamos hablando el resto de la tarde. Hablamos de todo; menos de libros, ni de  literatura, ni de historia, ni  filosofía; como suele pasar en las tradicionales historias de amor intelectual. No, con Silvio, no; hablamos de cualquier cosa, de plantas, del barrio, de la familia, de los amigos, de los deseos, de los miedos. Tanto hablamos que anocheció sin darnos cuenta. Y  mientras el bajaba la persiana de la librería, me vi como desde afuera, yo ahí adentro, con Silvio, y pensé, que no quería que terminara nunca mas aquel momento especial.
Empecé a sentir que su mirada se  clavaba en mis pupilas como fuego,  mientras se acercaba a mí, cada vez, un poquito más.
Hasta que la distancia de nuestros cuerpos se volvió imperceptible, y podía sentir el calor de su pecho y de mi parte genital. Tomo mi mano y la llevo hasta la bragueta de su pantalón, mientras el, con su boca acariciaba mi cuello y empezaba a escabullirse entre el escote de mi camisa de algodón.
Nos tocamos obscenos hasta que vimos las estrellas entre libros de Freud, Gramsci y Cortazar. Luego profanamos el sector de literatura religiosa, y me penetro ligero, en el estante de psicología Conductual.
Luego de esa noche, no volví a la librería por un buen tiempo.
Quizás Silvio me esperaba todas las tardes, quizás no. No lo se, por que cuando me atreví a volver, el ya no trabajaba mas allí.
No se por que tarde tanto en regresar.
No fue fácil confrontar con la idea, de que ya no era mas una fantasía, si no una posibilidad real.
Mis rituales de librería ya no serian necesarios. Y aunque yo quería a Silvio, quería ese Silvio que había construido yo, ese que se parecía más  a mi, y que jamás dejaría de erotizarme aunque pasaran años de relación.
En un primer momento me apene por su partida, pero en seguida me alegre al saber que lo vería en la noche, en mis noches de sabanas sucias, de trampas, de placeres y secretos. Y decidí por primera vez, entrar a la librería solo para comprarme un libro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario