La traicione, le mentí, abuse de su
confianza e inocencia.
Todo para hacerla mía y embestirla
salvaje entre el modulo de ciencias naturales y geografía, en el aula
principal.
Diecisiete años tenía apenas Malena cuando
la vi entrar por primera vez: un pasillo largo hasta llegar a preceptoria; y ella
a lo lejos que se acercaba; movía sus piernas y su cintura, con ese provocativo
y despampanante uniforme escolar.
Voy a confesar, no fue su prematura edad
ni su tendenciosa manera de subirse la
pollera hasta el cuello lo que me movía
a desesperarme de esa manera tan salvaje; si no que detrás de toda esa
virgen fachada se escondía la mujer mas
adulta que había conocido jamás. En serio lo digo, una mujer solida, decidida,
segura, una mujer que yo, solamente yo pude revelar detrás de ese disfraz
crédulo de niña precoz.
¡Ella era la que me hurgaba cochina con
su mirada media tímida media voraz, desde el patio, en los recreos, después de
la clase de ingles¡
¡Ella era la culpable de mis ataques vespertinos,
y de mis frustraciones y desdichas amorosas ¡
Me acuerdo, cada vez que salía de la
escuela, las tardes se me volvían insoportables y el ocaso me devolvía el
recuerdo de su pelo, su piel y sus uñas pintadas cada una de diferente color.
El sol se ocultaba entre los edificios de colegiales y yo como drogado repetía
su nombre hasta que ya no distinguía más ninguna situación: Malena¡…Diecisiete
años tenías…Malena y yo era su preceptor.
Le dije que la esperaba por que estaba
preocupado por sus faltas y que necesitaba hablarle de su inestable desempeño
escolar.
Mi lindo angelito, se dio cuenta en
seguida que yo de ella quería algo más y no precisamente sus notas de Química
ni su Trabajo Práctico de Naturales era lo que me llamaba la atención.
Sensual, atrevida y misteriosa, Malena respondió
a mi cita y me vino a buscar hasta el aula principal que quedaba en el
subsuelo, pasando el comedor:
Las gotas de transpiración delataban mis
ansiedades mas sexuales, y ella con una tranquilidad gozosa, sin decir una sola
palabra, empezó lentamente a
desabrocharse de a uno, los botones del uniforme, que iban desapareciendo entre
esos senos que brotaban desde su corpiño jovial
-Pendeja incauta, que linda que sos chiquita
impoluta. Me pedía que le diga mientras nos revolcábamos entre los escritorios
y las sillas, y nos embarrábamos de tiza pegados al pizarrón.
Ella se dejaba escurrir débil e inocente
entre mis brazos de hombre maduro. Y me miraba desconcertada pero entregada a
tanta pasión
Tres horas de lucha ardiente y
descontrolada, inolvidable lucha carnal,, antes de que llegara Roberto, el
rector.
Muerto de vergüenza presentÈ, yo solo, mi
renuncia; y por suerte los padres no levantaron cargos, creo que ella los
convenció.
A Malena la cambiaron de colegio… pero
jamás supe que paso.
Malena…Diecisiete años tenías…Malena y
yo era su preceptor.
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